Luciano Angulo, el eterno Cantinflas de Montería


Un personaje polifacético
Luciano Angulo, el eterno Cantinflas de Montería
                             
POR DEIBYS PALOMINO TAMAYO

En la década de los ochentas, mientras Mario Moreno paseaba su personaje Cantinflas por los cines y canales del mundo, por las calles de Montería desfilaba un doble de este inmortal personaje cómico que ha trascendido varias generaciones.

Con los mismos dichos y movimientos cantinflescos, Luciano Angulo Brunal hizo del cómico mexicano su estilo de vida para inmortalizarse como el ‘eterno Cantinflas de Montería’.

Así como su creador original, Mario Moreno, multiplicaba su fama y dinero porque su fama traspasó las fronteras de México, la de Luciano Angulo salió de Montería. El Cantinflas de Montería ya había ganado la universalidad en todos los rincones de Córdoba.

A ambos les llovía contratos, pero no las mismas ganancias. Mario Moreno acumulaba ganancias hasta amasar una incalculable fortuna. Luciano Angulo recorría las fiestas de Córdoba patrocinadas por licoreras, las que firmaban y cobraban los contratos. A él simplemente lo ligaban con una esquirla.

POR UN BIGOTE
Antes de ponerse el vestido de Cantinflas, Luciano vestía un frondoso bigote “Yo me parecía al salsero Óscar de León y bailaba el mambo de Dámaso Pérez Prado”, dice. Pero una mañana ochentera de manera accidental se trasquiló el espeso bigote y no hubo más remedio que cambiar de look para esperar el crecimiento parejo.

Luciano cuenta con movimientos su fugaz paso por los cuadriláteros
como boxeador aficionado.
“Cuando me vi en el espejo, noté que la cara me cambió, detrás de mí rostro había un afiche de Cantinflas y reparé que nos parecíamos, probé con una puntica de bigote y éramos idénticos, así me puse el vestido del personaje y comencé a hablar como él”, recordó que de esta manera cantinflesca nació el personaje.


DEBUTÓ COMO NIÑO DIOS
Sin embargo, en 1954, cuando apenas llevaba mes y medio pegado al seno de su madre Stella Brunal, en Tierralta, el niño Luciano fue llamado a actuar de Niño Dios para la novena del 24 de diciembre. Esa vez no hubo libretos, ni ganancias. Fue este prematuro lanzamiento al estrellato que lo llevó a inclinarse por las artes escénicas en sus años escolares.

En Montería, el aplomado estudiante se hacía notar por su histrionismo y la parlamenta que se gastaba para tramar a los instructores. Así representó a su escuela en varios escenarios hasta terminar estudios. Después el salto a las tablas fue sólo un paso.

A la par se hizo célebre por sus dotes de bailarín y buen hablar. Fama que dice haber refrendado en un encuentro de Cantinflas en Barranquilla. “Oiga, los locutores nos preguntaban para probarnos la chispa y respondíamos como el personaje solía hacerlo” – comentó – “pero cuando nos preguntaron cosas serías al Cantinflas de Curramba lo dejé botado, eché chispas por donde me tocaron”, evoca lo que para él fue una profanación en la ‘meca del mamagallismo’.

Después de celebrar a carcajadas este célebre pasaje de su biografía cantinflesca, en su casa del barrio Panzenú, Luciano desempolva 1972 otra anécdota. En un encuentro de artes escénicas en el Teatro Martha de Lorica, el número estelar estaba a cargo de la Universidad de Antioquia, pero la delegación falló; al dueño del teatro, Rubén Caraballo, se le hizo imposible engañar al enardecido público que amenazaba destrozarle el escenario. Hasta que un joven bailarín se subió vestido de afro y charoles blancos con pantalón de bota ancha a imitar al Joe Arroyo, cantante estelar de Fruko y Sus Tesos. El número estelar de Luciano Angulo salvó la destrucción del Teatro Martha.

ENTRE LAS TABLAS Y EL RING
El hijo del asesor tributario, Efraín Angulo Fontalvo, combinaba el teatro con el boxeo; entre las tablas y el ring. En 1972 se tuvo que conformar con el subcampeonato nacional juvenil, título disputado en Pereira. Poco tiempo después abandonó los ensogados para seguir su vida teatral. “Pero nunca me noquearon”, aclara antes de abandonar este pasaje de su vida.


En una de sus innumerables presentaciones.
 EL BICHO POLÍTICO
En 1999 se posesionó como edil vistiendo como Cantinflas.



Con su fama acumulada, pero sin dinero, en 1999, el Cantinflas de Montería obtuvo 385 votos y se convirtió en edil de la Comuna cuatro. El día de su posesión llegó con los atuendos que lo sacaron del anonimato  y se robó el show con un discurso cantinflesco cargado de sátiras, hasta que le quitaron el micrófono. Terminado su período intentó dar el salto al concejo municipal, pero la exigencia clientelista arraigada entre los electores lo hizo declinar.
Hoy recorre las calles de Montería en una bicicleta promocionando jornadas de vacunas y rebajones en los almacenes. 

Hoy vive modestamente con Edith Villalobos, la mujer que conquistó con su parlamente cuando apenas pasaba la pubertad. El vestido de Cantinflas permanece en el clóset junto a los atuendos de ‘Pestañita’, el payaso que hace reír a los niños en sus fiestas infantiles. Mientras llegan los contratos para estos personajes, Luciano perifonea en su vetusta bicicleta jornadas de vacunación y eventos deportivos. Mientras los descendientes de Mario Moreno, fallecido en 1993, se disputan su jugosa herencia en tribunales mexicanos, Luciano Angulo asegura que esa novela no está libreteada para él, pues sus regalías cantinflescas quedaron en el recuerdo de noches de bohemias. Y remata con una frase contundente: “Mi plumaje ha pasado por varios pantanos, pero jamás ha salido manchado”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cambió los guantes por un fusil Amancio Castro: del ring al monte, de la gloria al infierno

Marcial Alegría, feliz como su apellido